Nos aferramos a ese tren que no vacila, que no se pregunta, sólo sigue adelante y va borrando nuestras huellas, arrancando nuestras raíces, que se van separando de esa tierra que siempre nos ha mantenido. Algunos pies no han soportado el frenético ritmo y a rastros vamos hiriendo y castigando el suelo que nos sustenta.
Algo falló en este sistema que avanza más y más deprisa, más que nuestros propios pasos. Nos aferramos a ese tren que no vacila, que no se pregunta, sólo sigue adelante y va borrando nuestras huellas, arrancando nuestras raíces, que se van separando de esa tierra que siempre nos ha mantenido. Algunos pies no han soportado el frenético ritmo y a rastros vamos hiriendo y castigando el suelo que nos sustenta.
Pero somos humanidad, destructora y bondadosa por naturaleza, somos la cara y la cruz. ¡SOMOS! y en la cualidad del ser esta decisión del ¿cómo ser?
Este alegato se antoja absurdo, pero nos traslada a este mismo lugar en este mismo instante y nos plantea una y otra vez el reto del cambio, un cambio inmensamente limitado a nivel global, pero que resulta inmenso desde la perspectiva humana.
Y en esas estamos… sin entender muy bien por qué, pero aquí nos encontramos, ante este reto enorme y precioso.
Hemos encontrado el germen necesario, la chispa que impulsa todo flujo de energía y esta en particular es nuestra forma de canalizarla.
Nos tiemblan las piernas cada mañana, nos abruma el vértigo de la inexperiencia, del futuro incierto, de los palos en las ruedas y del quiero y no puedo.
La realidad aprieta, pero creemos firmemente en lo que hacemos, pensamos que esta es la mejor forma de cuidar de nuestra salud, la del planeta y la vuestra; la de todos los demás actores de esta singular función.